El impacto de los hechos violentos en la sociedad
Miguel Ángel Rodríguez Martínez
En diferentes regiones del país, la población se ha visto obligada a vivir bajo una constante de hechos violentos generados por grupos delictivos. Destaca la pugna que mantienen dos grupos delictivos en el Estado de Sinaloa, desde el 9 de septiembre de 2024 y que ha generado bloqueos, incendio de vehículos, múltiples enfrentamientos armados en diferentes horas del día y lugares conurbados del municipio de Culiacán, a pesar del despliegue de las fuerzas de seguridad de los tres órdenes de gobierno.
En el Estado de Guanajuato, los hechos violentos han sido recurrentes durante el mes de octubre de este año, pero sobresalen: 1) El incendio que provocó un grupo delictivo en un Verificentro del municipio de Celaya, el 14 de octubre de este año, y un artefacto explosivo que arrojó un delincuente y que con motivo de la explosión, resultó lesionado un elemento de la Guardia Nacional, 2) La agresión a balazos a una patrulla y la explosión de dos coches a inmediaciones de las instalaciones de seguridad pública de los municipios de Acámbaro y Jerécuaro, 10 días después del hecho de Celaya, el 24 de octubre de 2024.
Guerrero se ha caracterizado por hechos violentos en este mes. El 3 y 6 de octubre, asesinaron al secretario General de Gobierno y al alcalde de Chilpancingo, y el 24 de octubre, en Técpan de Galeana, integrantes de un grupo delictivo, agredió a personal militar, provocó la movilización de los cuerpos de seguridad, persecuciones y enfrentamientos armados en diferentes lugares del municipio, con resultados lamentables y el aseguramiento de presuntos delincuentes, artefactos explosivos, armas y vehículos.
Chiapas es otro Estado que caracteriza por la pugna entre dos grupos delictivos que buscan mantener el control de algunas zonas fronterizas, han provocado una escalada de hechos violentos, el desplazamiento de comunidades indígenas hacia otros lugares de la entidad e inclusive hacia Guatemala, pero sobresale el asesinato de un párroco y activista, a plena luz del día y frente a sus feligreses, en el municipio de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, el pasado 20 de octubre.
Podríamos hablar de otros Estados de la República, pero centrémonos en estos cuatro que permiten hacer algunas precisiones: En todos los hechos destaca la violencia como el instrumento utilizado por los grupos delictivos, pero se percibe más agresivos, los registrados en el presente mes.
En algunos hechos sobresale el uso, explosión y aseguramiento de artefactos explosivos, lo que no es una novedad, si volteamos a ver a Michoacán y a Guerrero en tiempos no tan lejanos, cuando los medios de comunicación y las redes sociales mostraron cómo los grupos criminales, hicieron gala del uso de drones con artefactos explosivos.
Otro aspecto relevante es el horario y lugar en que se desarrollan los hechos violentos. Ya es normal que se generen a cualquiera hora del día, por la noche o por la madrugada, en lugares poblados o en vialidades transitadas. Este aspecto es el que más impacta a la sociedad. Le crea zozobra y preocupación, le provoca un sentimiento de intimidación, temor, terror e impotencia, al sentir que no cuentan con el apoyo de las autoridades y mucho menos con las condiciones que le permitan vivir en un estado pacífico, de libre tránsito y peligro, en el que no se comprometa su integridad física, moral y psicológica.
Si bien atender las causas es esencial en las políticas de seguridad pública, el impacto o consecuencias que provocan los hechos violentos, debe ser otro factor importante que las autoridades deben atender en una dimensión paralela. Atender las causas, por lo regular tiene resultados a mediano y largo plazo, mientras que los resultados que se obtienen al atender el impacto o consecuencias, siempre serán inmediatos. Los riesgos deben prevenirse, pero también deben contenerse de manera oportuna y enérgica.
Hagamos de la seguridad, una disciplina, una norma de conducta y un principio de observancia.