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¿Qué está pasando?

EL BAÚL AZUL

Miguel Ángel Rodríguez Martínez

En los últimos días, hemos sido testigos de diferentes acontecimientos que fueron noticia internacional y que impactaron directamente en la seguridad. Hablemos primero del choque del buque escuela Cuauhtémoc contra el puente de Brooklyn en Nueva York y en el que desgraciadamente hubo 2 personas fallecidas y una decena de heridos. En este siniestro, llama la atención los siguientes factores: 1) La distancia de 300 metros que hay entre el muelle del que zarpó el buque y el puente en el que chocó, 2) El tiempo que tardó en recorrer esa distancia, 3) La pérdida de potencia derivada de fallas mecánicas o eléctricas (el peritaje aportará la información necesaria), 3) El procedimiento utilizado por el remolcador para asistir al buque escuela, empujando únicamente desde la proa y 4) El despliegue de la tripulación en los mástiles del barco como una demostración de adiestramiento, tradición y saludo.

Al analizar de manera detallada estos factores, se puede apreciar que desde que zarpa hasta que choca, hay una serie de errores, omisiones y deficiencias que vulneraron y pusieron en riesgo la seguridad de la tripulación, el barco, del propio puente e inclusive de terceras personas que transitaban sobre este en el momento del choque.

La causa inicial pudo ser un accidente y ese punto lo tendrá que confirmar el peritaje correspondiente, pero lo que es evidente en este siniestro, es que no se aplicaron los protocolos de emergencia para reducir el impacto y poner fuera de peligro a la tripulación desplegada en los mástiles. Por si eso no fuera suficiente, previamente al siniestro, el barco fue utilizado de manera alevosa por visitantes con fines hasta cierto punto políticos.

Ahora vayamos a la agresión de la secretaria particular y del asesor de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México. Estamos hablando de personas de su entera confianza y que formaban parte de su círculo más íntimo de trabajo. En este evento, se percibe la falta de interés por ofrecerles las condiciones básicas de seguridad para quienes trabajan cerca de los políticos de primer nivel.

¿Qué tienen en común estos casos? Que en ambos hay vulnerabilidades y que estas están marcadas por omisiones, errores y deficiencias, así como por la ignorancia y la falta de interés, dando la percepción de que la seguridad de las personas no es un tema que interese a las autoridades competentes.

Por otra parte, ambos acontecimientos, sobre todo el último, impactan de manera negativa en la estrategia de seguridad y ponen en tela de juicio su eficacia y efectividad, sobre todo porque la agresión se llevó a cabo y se hizo pública, en el preciso momento en el que se llevaba a cabo la conferencia presidencial, relacionada con los logros de seguridad pública.

Si a este escenario le incrementamos que la violencia se sigue incrementando en diferentes Estados del país, que los homicidios, feminicidios y privaciones ilegales de la libertad siguen siendo una constante, no refleja más que las limitaciones de las fuerzas del orden. Esperando que no se pueda interpretar esta situación como la falta de interés de las autoridades o que sus capacidades están siendo rebasadas por los grupos delictivos, lo cual sería lamentable y alarmante.

Esperemos que las autoridades tengan la sensibilidad de ser autocríticos y aceptar que existen fallas en algunas tareas de la estrategia de seguridad y que es necesario hacer replanteamientos y reorientar los esfuerzos, de aplicar políticas inclusivas y estrategias integrales y paralelas en los tres órdenes de gobierno para avanzar en un mismo sentido y lograr resultados satisfactorios en el corto plazo.

Hagamos de la seguridad, una disciplina, una norma de conducta y un principio de observancia.

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Es experto en planeación estratégica, gestión de riesgos y seguridad patrimonial, además de académico en la Universidad Panamericana

miguel.rodriguez@notiemp.com

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