Afrontar la realidad con optimismo
Mariana Aranguren del Bosque
Como egresada de una casa de estudios con espíritu ignaciano, en donde la verdad nos hará libres, no puedo ignorar la profunda crisis en la que nos encontramos todos, en donde la desconfianza, el resentimiento y el encono son el pan nuestro de cada día; sin embargo, sí reconozco que todo ese caos y dolor fue generado por nosotros mismos al privilegiar el egoísmo, la diferencia, el canibalismo y la supremacía por sobre los demás, en lugar de entendernos entre sí mismos y encontrar los denominadores comunes que nos unen para salir adelante juntos y no por encima de los demás.
En ese sentido, si bien es cierto que no podemos ignorar la grave crisis por la que todos atravesamos, enmarcado por el desplazamiento de los valores universales por sobre los materiales, además de la comodidad frente al esfuerzo, sí es indispensable hacer un alto total en nuestro comportamiento y advertir nuestro papel en esa situación que nos lleva a un callejón sin salida y de la que todos saldremos lastimados inevitablemente, si es que no somos ya sobrevivientes del caos y la anarquía.
Mis bisabuelos siguen con vida bendito sea Dios, gracias a que siempre mantuvieron un estilo de vida optimista y sin más preocupaciones que las necesarias, no para mortificar su existencia, sino en la búsqueda de soluciones para resolver las afrentas que les deparó su vida conjunta y la de sus respectivas familias, pasando por lo más cruento de dos siglos.
Curiosamente, como pudiera pensarse en un principio, nunca fueron solventes económicamente para imaginar que sus males eran menos que las de cualquier mortal de su tiempo, sino todo lo contrario; ellos me mostraron con el ejemplo en su vida diaria que la diferencia radicó no en ambicionar, sino en atender y resolver en la justa medianía, como apuntan los juaristas, sin serlo por supuesto.
Siempre mantener la esperanza con optimismo y la conciencia tranquila de que “bien habido, siempre es bien sabido”, así que por igual daba comer tortillas con solamente chile o frijolitos o de vez en cuando carne, por lo que nunca existieron envidias, ni vanas ambiciones, en la mesa, y mucho menos en el resto del hogar e incluso más allá del barrio o la colonia en que todavía viven.
Si bien es cierto que el materialismo y el individualismo preponderan hoy en día las relaciones sociales, también lo es que depende de cada uno de nosotros sucumbir a esa tendencia que solo brinda satisfacciones temporales o circunstanciales que nada abonan a la supervivencia comunitaria, práctica que desafortunadamente surge solo en los momentos de tragedias, terremotos o desastres generados por el hombre, y que nos brinda la naturaleza ante tanta explotación de los bienes disponibles en la tierra.
Mis bisabuelos no enfrentan padecimientos graves como el cáncer o enfermedades discapacitantes, en gran medida porque siempre procuraron alimentarse sana y espiritualmente, sin hacer el mal a nadie o desear lo ajeno; siempre procuraron vivir con entusiasmo y optimismo el entorno, sobreviviendo a dos guerras mundiales y varios conflictos armados, además de la cruenta época que hoy vivimos, sin dejar de afrontar la realidad.. eso nos debería decir mucho a todos.