¿Qué tan importante es la seguridad en México?
Miguel Ángel Rodríguez Martínez
La seguridad es un concepto que por su propia naturaleza debe garantizar condiciones para que las personas gocen de paz y tranquilidad y para que su patrimonio y otros bienes, tengan la protección adecuada. Para que se pueda lograr esta condición debe haber una colaboración responsable y compartida del Estado, la sociedad civil y los ciudadanos.
En el México actual, este concepto no es el común denominador. El término que más comúnmente se escucha de parte de la sociedad, es el de la inseguridad. De manera continua se está hablando de condiciones peligrosas en diferentes regiones del país, de niveles de riesgo altos para diferentes sectores sociales en espacios públicos, de un aumento en los índices de violencia, del incremento exponencial en delitos que impactan directamente en la integridad física, moral y psicológica de las personas y su patrimonio.
Es una constante escuchar exigencias de la población para que se pueda disponer de espacios libres de peligro y por donde se pueda transitar libremente. También son recurrentes sus críticas por la falta de condiciones apropiadas de control y protección en espacios públicos, sus reclamos por los altos índices de violencia y delitos en diferentes regiones del país, sus cuestionamientos hacia las autoridades por su falta de capacidad, de sensibilidad y para ofrecer el apoyo en los momentos que lo necesitan sobre todo, los sectores más vulnerables y necesitados.
Es común observar en los sectores público, privado y social, poco o nulo interés en los temas de seguridad. En muchos casos, se percibe que son subordinados estos temas a los intereses de grupo o particulares. Hay una constante en los errores que se cometen y en las expectativas que ofrecen y generan en la población, cuando promueven e impulsan políticas y estrategias que no están soportadas en una base de planificación adecuada, que se aplican con estructuras disfuncionales, con capital humano que carece de las capacidades y habilidades necesarias y que no está capacitado, especializado, ni certificado, en las que no hay procesos de gestión integrales y sistemáticos, ni mucho menos protocolos de operación, ni mecanismos de evaluación, de control y medición.
Por si fuera poco, como consecuencia de las políticas públicas que están emprendiendo los tres niveles de gobierno para contener los efectos de la apología del delito, se percibe que hay segmentos sociales que se identifican y muestran su sentido de pertenencia con los actores de la delincuencia organizada a quienes glorifican y justifican por encima de las autoridades y del respeto al estado de derecho.
Cuando estos temas son el parte diario del acontecer nacional, pareciera que la seguridad no es un tema importante para México, ya que se refleja por parte del Estado su incapacidad (más grave sería la falta de interés) para atender el problema, a partir de sus causas estructurales, para garantizar el estado de derecho y un sistema de justicia imparcial, así como promover la prevención del delito.
En el apartado de la sociedad civil se observa poco o nulo conocimiento, organización y participación en materia de seguridad. Es perceptible el trabajo incipiente en la vinculación y cohesión social. Resulta efímera la participación ciudadana, los comités vecinales y las redes de apoyo comunitario. No existe una adecuada atención para disponer de entornos residenciales seguros. No hay campañas integrales que promuevan la educación en materia de seguridad, el respeto a la dignidad humana y la prevención del delito. Se carece de la participación ciudadana en eventos de carácter cultural, integración social y actividades deportivas.
En el campo de los ciudadanos, es perceptible la idea de que no están interesados en asumir su compromiso y responsabilidad para que ellos mismos garanticen su protección en las dimensiones física, moral y psicológica, para que encausen la protección de su familia y para que adopten medidas que permitan proteger su patrimonio. Por si esto no fuera suficiente, también es evidente su inconformidad y desconfianza hacia las autoridades, a quienes quizás por ignorancia o causas justificadas, las culpan por no atender sus necesidades y por no generarles las condiciones de seguridad, paz y libre tránsito.
En México no se puede hablar de seguridad, si no se menciona la inseguridad como elemento prioritario. Es por ello, que resulta complejo comprender y atender. Es necesario que los sectores público, privado y social reorienten las políticas y estratégicas que no les estén funcionando. Deben ser inclusivas, atender las causas estructurales del problema, pero, lo importante es que se diseñen bajo un elemento regulatorio ¡la educación!, que debe estar basada en valores morales y éticos, en el apego a los principios constitucionales y sobre todo en el respeto a la dignidad humana.
Habrá resultados inmediatos, ¡sí! muy pocos, pues habrá otros que se logren en el corto, mediano y largo plazo. Lo importante es que sean transparentes y sean medibles. Debe buscar como meta un cambio drástico en el pensamiento social, sobre todo en la percepción de la importancia que representa la seguridad para nuestro país.
Hagamos de la seguridad, una disciplina, una norma de conducta y un principio de observancia.