Una semana con Donald Trump
Miguel Ángel Rodríguez Martínez
Donald Trump asumió su nuevo mandato como presidente de los Estados Unidos el pasado 20 de enero de 2024, en el marco de un escenario lleno de símbolos y tradiciones propias del vecino país del Norte. El hecho de las órdenes ejecutivas que fueron firmadas, como si se tratara de una ráfaga de misiles, no fue la excepción. Algunas de esas instrucciones tuvieron como objetivo México, tal y como lo anunció durante su campaña electoral y previo a que iniciara su segundo mandato, por lo que cumplió su palabra y no debería haber sorprendidos.
En el contexto de las órdenes ejecutivas destaca la declaración de la frontera Sur de Estados Unidos como emergencia nacional, el reforzamiento con soldados y equipo militar para contener la invasión a ese país, cancelación del programa CBP One e iniciar un plan de deportaciones masivas de inmigrantes. Estas tres políticas de gobierno las está materializando el gobierno de Donald Trump al interior de su nación. El objetivo de estas acciones es la migración ilegal.
Las mismas no serían relevantes si no fuera porque el país que colinda con la frontera Sur de Estados Unidos es México. Es el que recibirá tanto a los inmigrantes que deporte el gobierno de Trump como a los que lleguen de Centro y Sudamérica, con la intención de querer ingresar a Norteamérica.
Lo bueno que está haciendo el gobierno mexicano son las estrategias que está aplicando en las ciudades fronterizas para atender este tema. Lo malo para la administración actual, es que este tema impacta de manera directa a la política migratoria de la presente administración. La presidenta tendrá que reorientar las acciones promovidas en una de sus mañaneras en las se explicó el programa de gestión migratoria, el otorgamiento de formas migratorias temporales para los inmigrantes y el apoyo para que transiten de manera segura y controlada en territorio nacional para solicitar ingresar a los Estados Unidos.
Lo malo del tema, es que en el Congreso ya se empiezan a debatir ajustes al presupuesto del presente año con el fin de canalizar recursos del gasto público a las instituciones que están encargadas de atender la emergencia que representa en el corto plazo, la política migratoria del gobierno de Donald Trump.
Bajo esta perspectiva, el programa de protocolos de protección a migrantes mejor conocido como “Quédate en México” se amalgama como cuchillo con mantequilla, sin necesidad de que Trump tenga que ejercer alguna presión adicional hacia las autoridades mexicanas.
Por su parte, la designación de los cárteles mexicanos de la droga como terroristas, bajo una enmienda que enmarca el señalamiento de los enemigos extranjeros de Estados Unidos, significa que esos grupos delictivos serán etiquetados como tal y que representan un peligro o amenaza real a la seguridad nacional de aquel país. Aunado a esto, el secretario de Estado del gobierno de Trump, recientemente anunció la cancelación del financiamiento para apoyar la lucha de México contra el narcotráfico, a través del Plan Mérida.
Ante este problema, el gobierno mexicano ha evidenciado la falta de sensibilidad, una débil y deficiente estrategia hacia las acciones emprendidas por el presidente de Estados Unidos. Su narrativa promovida bajo un marco de falso nacionalismo y señalamientos de traidores a la Patria a los actores políticos que no apoyan la narrativa, no ha sido bien vista, ni aceptada en los diferentes sectores del país.
Será difícil que haya un cierre filas y se logre la colaboración todas las fuerzas políticas y la sociedad civil para enfrentar la avalancha que representa la política exterior del gobierno de Donald Trump. Esto se debe a las estrategias de división y polarización social que caracteriza al partido en el poder, al cierre de puertas a la negociación, a la insensibilidad con los grupos parlamentarios y políticos del país.
A pesar de esta situación, queda en manos del gobierno actual, dar un giro a sus estrategias. Será esencial que logre consensos, una comunicación franca, abierta y transparente, una colaboración compartida con los actores políticos, sociales y económicos. Esto ayudará a que obtenga el apoyo y respaldo social. Debe aislar los intereses partidistas ante los problemas reales del país, debe evitar que no transciendan en el ámbito logístico, control y seguridad de las ciudades fronterizas del Norte del país, debe intervenir para que no se convierta en un problema generalizado en diversas regiones y sobre todo evitar que trascienda a la seguridad y el desarrollo nacional.
Hay que recordar que nunca será lo mismo prevenir que reaccionar. La prevención permite anticiparse a los hechos y la reacción motiva acciones para contener los efectos de los eventos peligrosos o amenazas y siempre sale más caro.
Hagamos de la seguridad, una disciplina, una norma de conducta y un principio de observancia.